Compositor: Richard Wagner
Género: Drama sacro
La historia se desarrolla en un reino sagrado donde los caballeros del Grial custodian la copa con la sangre de Cristo. Amfortas, su rey, ha sido herido por el lanzazo de Klingsor, un hechicero que representa el pecado y la tentación. Solo un ser puro, ingenuo y compasivo podrá redimirlo. Ese ser es Parsifal, un joven que llega sin saber quién es ni a qué ha venido.
Parsifal atraviesa pruebas y visiones, tentado por la bellísima Kundry —una mujer condenada a vagar por la eternidad por reírse de Cristo en la cruz—. Pero él se mantiene puro y compasivo, resistiendo la tentación. Finalmente, regresa al reino del Grial, sana a Amfortas y se convierte en el nuevo guardián del Santo Grial.
La obra fue presentada el 11 de diciembre de 2015 en el Teatro Colón. Fue una experiencia sublime. Más que una ópera, Parsifal es un acto sagrado, una peregrinación del alma. La música se despliega con una lentitud hipnótica, como si el tiempo se detuviera y uno flotara entre planos espirituales.
Recuerdo especialmente el preludio y la escena final: ese momento en que Parsifal revela la lanza y sana la herida, mientras el Grial se alza. Es una experiencia mística, donde cada acorde parece resonar en las fibras más profundas del espíritu.
No es una ópera para buscar acción o desenlaces rápidos: Parsifal es contemplación, es redención, es el eterno retorno del alma hacia la luz. Una obra que deja en silencio… como si luego de verla no se pudiera hablar sin profanar su recuerdo.
Sublime.